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28 enero 2013

Inteligencia en el Reino


Como acto de agradecimiento por la cosecha, solían ofrendar los campesinos, no sólo en Israel, las primicias de ella a la divinidad. En tiempos antiguos, las ofrendas seguramente fueron voluntarias, y la clase de su ofrecimiento diferente. Sin embargo, la ley israelita hizo obligatoria esta costumbre para los israelitas, detallando y aumentando poco a poco esta obligación.
Se dice que surgió la costumbre de que cada localidad enviara a un representante con las primicias contribuidas por los habitantes del distrito, para que no tuvieran que subir todos a Jerusalén cada vez que maduraban las primicias. La Ley no determinaba la cantidad de las primicias que habría de ofrecerse, sino que se dejaba a la generosidad y espíritu dispuesto del dador. Sin embargo, tenían que ofrecerse las porciones más selectas, lo mejor (Números 18:12).
La palabra traducida como “Primicias” en el Antiguo Pacto, viene del hebreo, que puede significar: “primer fruto” o “el más temprano”, "comienzo del fruto" o "fruta selecta". Las primicias eran las ofrendas presentadas a Dios como señal de lealtad de parte del adorador. Normalmente llegaban a ser propiedad del sacerdote (Deuteronomio 18:3-4), aunque se registra por lo menos una vez que se presentaron a un profeta (2 Reyes 4:42). La naturaleza de la ofrenda de las primicias se enfatiza en 2 formas: 1) Consistía en la parte de la cosecha que maduraba más temprano. 2) Era la más escogida.  Se hacían ofrendas especiales de primicias en cada una de las 3 grandes fiestas anuales de Israel: la de los Panes sin Levadura, la de Pentecostés y la de los Tabernáculos.
Así como Dios afirmaba Su propiedad de los primogénitos de hombre y animales, igualmente demandaba los primeros frutos de las labores en el campo (Éxodo 23:19), como reconocimiento de Dios como el dador de ellos, y en muestra de agradecimiento por Sus dones. Habiendo consagrado las primicias a Dios, el hombre podía disfrutar con limpia conciencia del resto de los bienes. El que se ofrecieran las primicias fielmente, agradaba al Señor, y suponía una bendición para todos los implicados (Ezequiel 44:30).
Si bien Dios les exigió a los israelitas que dieran sus primicias en el Antiguo Pacto, el espíritu de dicha ley está claramente reflejado en Deuteronomio 6:4-5. Dios deseaba ocupar el primer lugar en la vida de su pueblo. Ahora, aun cuando Jesús cumplió la Ley, le dejó claro a su audiencia que debía buscar el Reino de Dios por encima de todas las cosas (Mateo 6:33). Las primicias al Señor, son para nosotros (aquellos que vivimos en un Nuevo Pacto), un estilo de vida, más allá de un ritual legalista (Romanos 12:1; Gálatas 2:20; Hechos 4:32-35).

Y siendo que toda nuestra vida es entregada a Dios como primicias, es obvio que esa entrega incluye nuestras finanzas, pues ellas son parte de nuestras vidas. Así que, si los israelitas (en el Antiguo Pacto), inteligentemente entregaban sus primicias fielmente al Señor. ¡Cuánto más nosotros, que vivimos en el Pacto eterno de la gracia de Dios! Entregamos nuestras primicias, no como una imposición, sino con una actitud agradecida e inteligente, declarando la Palabra del Reino dada a nuestras vidas, conscientes de que no buscamos la bendición de Dios, pues ya hemos sido bendecidos (Efesios 1:3).

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