Buscar...

05 agosto 2015

La Entrada



“Cuando Jesús entró en Jericó, pasaba por la ciudad. Y un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de los recaudadores de impuestos y era rico, trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, ya que Zaqueo era de pequeña estatura. Corriendo delante, se subió a un árbol sicómoro y así lo podría ver, porque Jesús estaba a punto de pasar por allí. Cuando Jesús llegó al lugar, miró hacia arriba y le dijo: ‘Zaqueo, date prisa y desciende, porque hoy debo quedarme en tu casa’. Entonces él se apresuró a descender y lo recibió con gozo. Al ver esto, todos murmuraban: ‘Ha ido a hospedarse con un hombre pecador’. Pero Zaqueo, puesto en pie, dijo a Jesús: ‘Señor, la mitad de mis bienes daré a los pobres, y si en algo he defraudado a alguien, se lo restituiré cuadruplicado’. ‘Hoy ha venido la salvación a esta casa’, le dijo Jesús, ‘ya que él también es hijo de Abraham; porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido’” (Lucas 19:1-10 – NBLH).
            El Señor divisa a Zaqueo y declara que se quedará en casa de un “hombre pecador”. Lucas nos dice que Zaqueo recibió a Jesús con gozo, así que no le costó nada reparar sus maldades, no sólo devolviendo lo defraudado, sino yendo más allá (cuadruplicado) a lo exigido en la Ley judía (Éxodo 21:24-25). Zaqueo es el modelo de quien conoce el evangelio, y se despoja con prontitud de lo material, cuando su interior es transformado por la gracia, muy a pesar de quienes juzgan. Él no busca ser justificado por sus obras, sino que por sus buenas obras, demuestra la sinceridad de su fe y el arrepentimiento por la gracia de Dios.
            Para financiar su gran imperio mundial, los romanos cargaron de impuestos elevados a las naciones que estaban bajo su dominio. Los judíos se oponían a estos impuestos, porque servían para apoyar, entre otras cosas, el culto a los dioses romanos, pero aun así, estaban obligados a pagar. Los cobradores de impuestos eran las personas más impopulares en Israel. A los judíos por nacimiento que optaban trabajar para los romanos se les consideraba traidores. Además, por la reacción de la gente, se puede juzgar que Zaqueo fue, muy probablemente, un torcido publicano. A pesar de que Zaqueo era un traidor deshonesto para los judíos, el Señor lo amaba; y en respuesta esperada (Juan 10:27-28), el pequeño recaudador de impuestos, se arrepintió de sus pecados, y el arrepentimiento (según la Ley judía), siempre incluye restitución. La incomprensión de la muchedumbre no le importó al Señor, pues Su Propósito no era complacer a las masas, sino hacer la voluntad del Padre: anunciar el Reino de Dios (Lucas 10:1-9).
           
La palabra expresada por nuestro Señor Jesucristo en este pasaje, y traducida generalmente como “salvación”, es el término griego sotería, que denota liberación, preservación, salvación, y que puede ser traducido también como salud o libertad; en otras palabras: prosperidad en el sentido amplio de la palabra, es decir, bienestar general. En el Nuevo Pacto, la salvación es sólo la entrada a una nueva vida llena de la prosperidad que sólo el Reino de Dios puede traer, y que está por encima de cualquier dificultad que se pueda presentar en el camino. Esta prosperidad es proporcional a las decisiones acertadas tomadas en el cumplimiento de los planes de Dios para nosotros. Entonces, si nuestro mayor esfuerzo está en predicar para que la salvación de Dios se manifieste solamente, estamos siendo cortos de vista (2 Pedro 1:9-10), y sólo nos estamos quedando en la puerta de todo lo que comprende el Reino de Dios.
  Por último, el Señor declara que vino a buscar y a salvar “lo que se había perdido”. Esta traducción es bastante equilibrada, y, en opinión de una gran cantidad de teólogos: la más acertada. Algunas revisiones modernas de las Sagradas Escrituras, queriendo generalizar esta afirmación mesiánica (haciéndola más comprensible a la mayoría), han traducido en este versículo (v. 10): “a los que están perdidos”, “a la gente perdida”, “a los que viven alejados de Dios”, pudiendo ser aceptado, siempre que nos estemos refiriendo de manera general; no obstante, la palabra griega utilizada aquí (apólumi), traducida como “perdido” aparece precedida por el artículo neutro griego jo, que obviamente aquí es: “lo”. Si antes de apólumi, estuviese un pronombre o un sustantivo (como gente, por ejemplo), podríamos relacionarlo con éste, pero, no es así; por lo que, sin duda alguna, Cristo vino a buscar y salvar “lo perdido”. Ahora bien, la pregunta es: ¿Qué es lo que se había perdido, y que el Señor vino a buscar y a salvar (preservar)? Para responder a esta interrogante, me permito citar al hermano Myles Munroe en su libro “Redescubra el Reino” (p. 34):
“Cuando Dios creó al hombre… el primer mandato y tarea que le asignó fue el de ejercer ‘dominio’… tal como está registrado en Génesis 1:26-28… A Adán, el primer representante real del Reino de los cielos sobre la Tierra, le fue delegada la responsabilidad de servir como embajador del cielo en la Tierra… Al leer el reporte de Génesis 3, sobre el encuentro de la humanidad con el adversario, el diablo, vemos que el objetivo del ataque fue apartar al hombre del jardín y de la relación con Dios y con el cielo, lo cual dio como resultado la pérdida del Reino de los cielos sobre la Tierra”.
Recordemos siempre que Cristo no vino solamente a “salvar” a su pueblo, sino a restablecer un Reino; así que, no olvidemos que aún en los relatos más simples, puede haber verdades presentes del Nuevo Pacto, que podamos extraer. Oro para que no dejemos de escudriñar las Sagradas Escrituras… Amén!        

25 julio 2015

Un Proverbio Futurista



“Una mirada radiante alegra el corazón, y las buenas noticias renuevan los huesos”.
Proverbios 15:30 (NVI)

Este proverbio deja claro que la luz (manifestada a través de ‘una mirada radiante’) alegra el corazón, pues ella (la luz) quita la incertidumbre en cuanto a nuestro caminar. De igual forma, las buenas noticias (símbolo del evangelio de Jesucristo) ‘renuevan los huesos’, lo cual ocurre cuando nacemos de nuevo en Cristo. En otras palabras, podemos decir lo siguiente:

Cuando recibimos el evangelio (buenas noticias), nacemos de nuevo (nuestros huesos son renovados: rejuvenecemos), y la luz en nuestras vidas (la Palabra de Dios) nos alegra el corazón eternamente.

13 junio 2015

Una Oración Solemne



“Alabado sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre misericordioso y Dios de toda consolación, quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones para que con el mismo consuelo que de Dios hemos recibido,  también nosotros podamos consolar a todos los que sufren”.
2 Corintios 1:3-4 (Nueva Versión Internacional)
Aquí aparece una oración solemne de alabanza, que nos introduce de lleno en el contexto de la misma carta, el cual es la consolación que proviene de Dios en el sufrimiento. Como verdadero hombre de fe, el apóstol menciona “consolación” antes de empezar a hablar de “tribulaciones”. ¿A qué tribulaciones está aludiendo Pablo? Sin duda, a las producidas por sus relaciones tormentosas con la misma comunidad de Corinto que tanto lo afectaron, y quizás, más en concreto, a una situación de vida o muerte por la que atravesó en la ciudad de Éfeso y de la que se libró en el último momento, declarando “que hasta perdimos la esperanza de salir con vida” (versículo 8).
La palabra traducida como “consolación”, proviene del término griego “paraklesis”, que abarca también las ideas de “animar”, “ayudar” o “recibir fortaleza”, y literalmente significa: “llamar a nuestro lado a alguien en busca de ayuda”; esta es la misma raíz utilizada para referirse al Espíritu Santo (parakletos), quien es el eterno Consolador que vive en nosotros. Recordemos siempre que cada problema que enfrentemos, luego se convertirá en una oportunidad para ministrar a otras personas que lleguen a padecer aflicciones similares.

01 junio 2015

¿Qué es Misericordia? Una Mirada desde el Nuevo Pacto




El término misericordia proviene del latín “misericordia”, y según el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), es la “virtud que inclina el ánimo a compadecerse de los trabajos y miserias ajenos”. En primera instancia, la palabra miseria podría parecer odiosa en esta época, en donde hay tantas corrientes (filosóficas y/o religiosas) que hacen demasiado énfasis en la prosperidad. No obstante, es importante apreciar que “miseria” puede significar: “Desgracia, trabajo, infortunio” (DRAE), y es ese justamente el estado por el que pasa toda persona a la que no se le ha revelado Cristo como Señor y Salvador: sin gracia de Dios (desgracia), sin fortuna (infortunio)… En tal sentido, se necesita de la misericordia de Dios para avanzar hacia el estado de vida plena preparado por el Creador para sus hijos (Juan 10:10).
Ahora bien, más allá del origen de la palabra en español, vale la pena decir que la determinación del concepto de la misericordia en las Escrituras puede resultar un poco complicada, por el hecho de que “misericordia”, “misericordioso” y “tener misericordia” son traducciones de varias raíces hebreas y griegas diferentes que, en otros casos, se traducen por medio de otros sinónimos, tales como “bondad”, “gracia”, “favor” (y verbos relacionados). La ilustración de este concepto requeriría un conjunto de círculos lingüísticos parcialmente coincidentes.
Lo que se entiende por misericordia de Dios en el Antiguo Testamento, es mostrado como característica propia de Dios:
“Si tomas el abrigo de tu prójimo como garantía por un préstamo, se lo devolverás antes de la puesta del sol. Puede ser que este abrigo sea la única manta que tiene para abrigarse. ¿Cómo podrá dormir sin abrigo? Si no se lo devuelves y tu prójimo clama a mí por ayuda, yo lo oiré, porque soy misericordioso [hannún]” (Éxodo 22:26-27 – NTV).
La palabra hebrea “hannún” (traducida en el pasaje anterior como “misericordioso”) es traducida en inglés como “gracious” (King James Version), que significa: “cortés, gentil, cordial”. También, la English Standard Version traduce “compassionate” (compasivo), y se halla a menudo junto con “rahhúm” (clemente, compasivo o misericordioso), el cual se expresa para señalar aquel sentimiento íntimo, profundo y amoroso que liga a dos personas por lazos de sangre o de corazón. Por ejemplo: “Mas tú, Señor, Dios misericordioso [rahhúm] y clemente [hannún]…” (Salmos 86:15 – SSE), muestra cómo estos términos pueden ser traducidos indistintamente como misericordia, dependiendo del contexto.
Es evidente entonces, que el término “misericordia” puede verse desde un punto de vista positivo, considerando que aparece mayormente en aquellos pasajes bíblicos en los que Dios muestra su amor de una u otra forma. Más allá de eso, cualquier especulación al respecto, es secundaria, pues la claridad de su uso uniforme en las Escrituras, opaca rotundamente a aquellos versículos que pudiesen no ser tan claros.
Por otro lado, además del término mencionado, una de las palabras hebreas más importantes en el Antiguo Pacto (aparece 240 veces) traducida como “misericordia” es: “hesedh”, la cual yace en el centro de la revelación que el Señor dio de sí mismo en relación con su actitud para con su pueblo. Su “hesedh” está arraigada con su gracia, como se puede apreciar en Génesis 19:19 (LBLA): “Ahora he aquí, tu siervo ha hallado gracia ante tus ojos, y has engrandecido tu misericordia [hesedh] la cual me has mostrado salvándome la vida…”.
Según lo revelado en las Escrituras (en el contexto del Nuevo Pacto), la misericordia es la disposición a no ejecutar la justicia cuando ésta es punitiva. La palabra “misericordia” comunica con bastante frecuencia la idea de abstenerse o retraerse, por ejemplo, de castigar; es el acto de condonar un merecido castigo. “El pago que da el pecado es la muerte…” (Romanos 6:23 – DHH), pero el mismo Dios proveyó la expiación por el pecado, y de esa manera mostró Su misericordia, es decir, que Dios no entrega a sus hijos a la consecuencia natural del pecado, la cual es la condenación, sino que por Su misericordia, “al que no conoció pecado [Cristo], por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros llegáramos a ser justicia de Dios en Él” (2 Corintios 5:21 – BTX).
La palabra griega éleos (que significa: manifestación externa de la compasión) es utilizada en el Nuevo Testamento, y traducida comúnmente como misericordia. “Él nos salvó gracias a su misericordia (éleos), no por algo bueno que hubiéramos hecho. Nos salvó lavándonos, dándonos una vida nueva. Nos renovó por medio del poder del Espíritu Santo” (Tito 3:5 – PDT).
“Toda la alabanza sea para Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo. Dios es nuestro Padre misericordioso y la fuente de todo consuelo” (2 Co. 1:3). Los hijos de Dios no deben tener una actitud pusilánime, miserable, suplicando a Dios clemencia o misericordia, pues ya en Cristo eso es un hecho. Los hijos de Dios deben tener una actitud de realeza, la cual los lleva a “mostrar a otros la bondad de Dios [Su misericordia], pues él los ha llamado a salir de la oscuridad y entrar en su luz maravillosa” (1 Pedro 2:9 - NTV).
En conclusión, hay que dar de lo que se ha recibido, y no perder el tiempo con sentimientos y/o actitudes equivocadas. La gracia de Dios se manifiesta con poder y autoridad, y con la revelación de Cristo, la Iglesia no suplica; la Iglesia ordena. La misericordia fue mostrada al pueblo de Dios (desde el Antiguo Pacto) para que éste gobernara (en el Nuevo Pacto), y eso no se debe olvidar…

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Versiones de la Biblia:
·        Nueva Traducción Viviente (NTV).
·        Sagradas Escrituras en Español (SSE).
·        La Biblia de Las Américas (LBLA).
·        Dios Habla Hoy (DHH).
·        Biblia Textual (BTX).
·        Palabra de Dios para Todos (PDT).
Diccionarios:
·        Certeza.
·        J. D. Douglas y Merrill C. Tenney. Editorial Mundo Hispano.
·        Perspicacia para comprender las Escrituras. Watch Tower Bible.
·        Real Academia Española.
·        VINE, William (Antiguo y Nuevo Testamento). Editorial Caribe.