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20 mayo 2019

Sublime Gracia

Si hay una palabra que abarca el maravilloso evangelio que predicamos, y que obviamente se encuentra presente de principio a fin en todo el mensaje recibido, esta es: “gracia”, término que proviene del griego “charis”, y que suele definirse de manera general como el favor inmerecido de Dios hacia nosotros. En el Nuevo Pacto, la gracia está centrada en la persona de Jesucristo. Él – más allá de ser el portador por excelencia - es la gracia de Dios (Juan 1:17), manifestada por acción de la voluntad divina.
Constantemente vemos en los escritos apostólicos cómo la gracia de Dios es mucho más que un concepto abstracto; simplemente es Cristo en nosotros, con quien somos uno (1 Corintios 6:17). Cuando se nos revela entonces que fuimos escogidos desde antaño para recibir la gracia de Dios (1 Pedro 1:10), entendemos que es imposible escapar de la gracia salvadora del Señor, pues quienes hemos sido predestinados para ser Sus hijos, seremos preservados hasta el final (1 Pedro 1:3-5).
Ahora bien, en las enseñanzas neotestamentarias encontramos también que los apóstoles en ciertas ocasiones usaron esta palabra (charis) para referirse a otros aspectos específicos… Veamos algunos ejemplos:
•  “El ángel le dijo: «María, no temas. Dios te ha concedido su gracia” (Lucas 1:30 – RVC). Es obvio que el ángel no se refería a la salvación eterna, sino al privilegio de ser la madre del Mesías.
•  “Todos hablaban bien de él y estaban asombrados de la gracia con la que salían las palabras de su boca. «¿Cómo puede ser? —preguntaban —. ¿No es éste el hijo de José?»” (Lucas 4:22 – NTV). Con toda seguridad, el escritor está señalando que las palabras de Jesús eran agradables al oído; no hay mayor interpretación.
•  “Los apóstoles, a su vez, con gran poder seguían dando testimonio de la resurrección del Señor Jesús. La gracia de Dios se derramaba abundantemente sobre todos ellos” (Hechos 4:33 – NVI). Aquí el contexto en el que se desarrollan los acontecimientos, indica que la intención de lo que quiere transmitir el escritor (Lucas) es la misma que en el pasaje anterior: los apóstoles caían bien a la gente (en todo sentido).
•  “Les escribo a todos ustedes, los amados de Dios que están en Roma y son llamados a ser su pueblo santo. Que Dios nuestro Padre y el Señor Jesucristo les den gracia y paz” (Romanos 1:7 - NTV). El apóstol Pablo oraba para que la iglesia romana tuviese gracia. Ciertamente no se refiere a la salvación, porque ya la iglesia es salva… ¿A qué se refería? Que el Señor te dé la gracia para discernirlo.
•  “Y cuando vaya, a los que aprobéis por medio de cartas, a éstos enviaré para que lleven vuestra expresión de bondad [charis] a Jerusalem” (1 Corintios 16:3 – BTX). La gran mayoría de las traducciones castellanas de este pasaje sustituyen la palabra gracia por otra relativa a una ofrenda, donativo, etc. La razón es sencilla: el contexto nos indica lo que quiso transmitir el escritor.
•  “Cuídense unos a otros, para que ninguno de ustedes deje de recibir la gracia de Dios. Tengan cuidado de que no brote ninguna raíz venenosa de amargura, la cual los trastorne a ustedes y envenene a muchos” (Hebreos 12:15 – NTV). Al leer todo el capítulo, es decir, el contexto del versículo, nos damos cuenta que el apóstol no se está refiriendo a perder la gracia desde un punto de vista condenatorio, sino que está exhortando a la iglesia a no dejarse contaminar por el sistema (a no distraerse); pues aunque seamos salvos, podemos desechar la recompensa que el Señor quiere darnos por nuestras malas actitudes (1 Corintios 3:13-15).
En conclusión, la gracia de Dios nos alcanzó, y nada ni nadie nos podrá arrebatar de su mano (por Su Propósito Eterno), pero tengamos cuidado de mantenernos en un estado infantil, y negarnos a madurar, porque aunque ciertamente vivimos en la gracia, nuestro Dios justo nos disciplinará cuando sea necesario, y mi encomienda como ministro es advertirte para que no pases por momentos difíciles innecesariamente… ¡Salud en Cristo a mis queridos hermanos… Bendecidos!

11 diciembre 2018

Avivando el Fuego


“Me acuerdo de tu fe sincera… Por esta razón, te recuerdo que avives el fuego del don espiritual que Dios te dio… Pues Dios no nos ha dado un espíritu de temor y timidez sino de poder, amor y autodisciplina” (2 Timoteo 1:5-7, NTV).
     La fe sincera que había en Timoteo, ocasionó que su padre (el apóstol Pablo) le recordara que avivara el fuego del don que Dios le había dado. Si Pablo hubiese tenido dudas con respecto a la sinceridad de la fe de Timoteo, muy probablemente no le fuese hecho el recordatorio, por cuanto estamos llamados a edificar el Cuerpo de Cristo, y no a entretenernos (perdiendo el tiempo), procurando el perfeccionamiento de gente que es cristiana, pero no ha nacido de nuevo.
El don al que Pablo se refería en el caso de Timoteo, era el que lo constituía como testigo del Señor (1:8), es decir, como predicador o maestro del evangelio; sin embargo, de manera general, sabemos que “A cada uno de nosotros se nos da un don espiritual para que nos ayudemos mutuamente” (1 Corintios 12:7 – NTV), esto es, en el Cuerpo de Cristo, es decir, Su iglesia, que no apunta para nada a la organización religiosa a la que perteneces, sino más bien a manifestar el don entre nuestros hermanos en la fe, en el contexto de una profunda comunión espiritual.
     La palabra griega que emplea el apóstol para indicarle a su hijo que avivara el fuego, es anazopuréo, y ésta denota “volver a encender, o mantener plenamente encendida una llama” (Diccionario Expositivo VINE, 1999). Conforme a las palabras apostólicas, podemos afirmar lo siguiente: El don espiritual que Dios te dio, tiene un fuego, y ese fuego debemos mantenerlo plenamente encendido. Notemos que Pablo no señala que Dios avivará el fuego, pues eso no le corresponde al Señor. Ya Dios te dio el don, y ahora es tu responsabilidad mantener su fuego avivado. Pero, ¿cómo avivamos el fuego?
     La mayoría de los maestros con cierta influencia religiosa, tenderán a mistificar el pasaje, y te dirán que se refiere “al fuego del Espíritu”, y relacionarán esta frase con el hecho de realizar muchos sacrificios religiosos para “encender la llama” de nuestra vida cristiana. Expresiones como: “Debes meterte en ayuno”, “Hay que hacer una vigilia de oración” o “Levántate de madrugada a orar” son típicas en estos escenarios; y no es que está mal hacer eso, sólo que ese mensaje no es el que se desprende de la exhortación de Pablo a Timoteo que tratamos en este momento.
     La clave para responder objetivamente a la pregunta que nos hicimos, está en las palabras apostólicas del verso 7:
1. Dios no nos ha dado un espíritu de temor y timidez.
2. Dios nos dio un espíritu de:
·         Poder (dúnamis: fuerza, capacidad).
·         Amor (agápe: es Dios mismo, según 1 Juan 4:8).
· Autodisciplina (sofronismós: control de nosotros mismos, sobriedad, prudencia).
¿Cómo avivamos el fuego del don que Dios nos dio? Simplemente actuando conforme a la naturaleza que hemos recibido en Cristo. El énfasis del apóstol no está en algo místico, sino en la acción de todo nuestro ser (espíritu, alma y cuerpo) a la causa divina:
Recibimos poder (un cuerpo) para hacer lo que se nos encomendó, y tú sabes bien lo que el Señor ha puesto en tu espíritu. Debemos hacerlo con el espíritu de amor que nos gobierna (1 Corintios 13:4-8), pero con la autodisciplina correspondiente (el alma sujeta) que nos prevenga de los molestos excesos, que lejos de edificar, mutilan el cuerpo. Así que el momento perfecto para avivar el fuego es ahora, pues ya tenemos todo lo que necesitamos para operar en el don (Colosenses 2:10), sin ser defraudados… ¡Manos a la obra!

15 octubre 2016

Recomendaciones Académicas...

Constantemente, muchas personas me manifiestan su deseo de formalizar sus estudios teológicos. Las razones específicas son muchas, pero en general, el fin preponderante siempre es y será: entrenamiento para la obra del Reino de Dios, obviamente.

Son abundantes los lugares donde se ofrece este tipo de educación, dentro y fuera de Venezuela, y de las más variadas líneas de pensamiento, también llamadas "escuelas teológicas". Sin embargo, debo reconocer con pesar que en la gran mayoría de estos centros de estudios (institutos, seminarios y/o universidades) el conocimiento impartido está lleno de doctrinas de hombres, que bien podrían denominarse "dogmas" de sus respectivas organizaciones religiosas, aun cuando ciertamente se enseñan muchas cosas conforme a la verdad presente en las Escrituras. Lo ideal es que se anuncie "... todo el propósito de Dios" (Hechos 20:27 - Biblia Textual), y no solamente la parte que nos interesa de manera particular.

Ahora bien, considero entonces que existe un remanente fiel al mensaje que Dios está dando para este tiempo, y que procura enseñar cabalmente lo pertinente a la iglesia, incluso por encima de sus intereses personales u organizacionales. Que aunque no son infalibles, dan lo mejor de sí, basados en el evangelio de la gracia... Algunos de estos Ministerios, instrumentos divinos en la edificación del Cuerpo de Cristo, bien sea mediante obras sociales o académicas (con escuelas, institutos, talleres, seminarios, conferencias, etc), son:

  • Ministerio Plenitud de Vida (Miami, Florida) - Dirigido por el Pastor Daniel Patiño.
  • City Church Network (Orlando, Florida) - Dirigido por el Apóstol Gary González, promueve el Instituto de Liderazgo Vanguard presencial y a distancia.
  • Fundación Manantial de Vida (Córdoba, Argentina) - Dirigida por el Apóstol Juan Ballistreri, promueve la Escuela de Fundamento Ministerial, así como la Escuela de Liderazgo de Avanzada, con modalidades presenciales y a distancia también.
  • Centro de Capacitación Gubernamental (Caracas, Venezuela) - Dirigido por el Apóstol Henry Hernández, promueve una Escuela de Reformadores en Venezuela y México, entre otros países.
  • Ministerio Apostólico Internacional Plenitud de Gracia (Caracas, Venezuela) - Dirigido por el Pastor Ángel Paz, quien trabaja conjuntamente con el Apóstol Basilio Patiño en la proclamación del evangelio.
  • Ministerio Ciudad de Dios (Valencia, Venezuela) - Dirigido por el Pastor Euliser Reyes.
  • Centro Apostólico Reinando en las Naciones (Margarita, Venezuela) - Dirigido por el Pastor Carlos Pedraza.
  • Centro de Entendimiento Esdras 7:10 (Barinas, Venezuela) - Dirigido por el Pastor Rafael Guilarte.
Asimismo, actualmente tengo el privilegio de formar parte de un proyecto apostólico de alto rendimiento en lo que al entrenamiento en las Escrituras respecta, y próximamente podrán participar en ello. Para quienes estén interesados en recibir entrenamiento frecuente y de calidad, recuerden suscribirse al blog y enviarme sus datos de contacto a través del Formulario "Conexiones Divinas", que se encuentra en la parte inferior de este sitio.

Espero que haya respondido a las interrogantes planteadas en cuanto al estudio teológico se refiere... Bendecidos siempre y en todo! 

17 agosto 2016

Cambiando Paradigmas

Conferencia del Pastor Rafael Guilarte en Barinas... Para personas con una 

mentalidad abierta!!!

https://mega.nz/#!qckmUQAK!LlemPnHN3oH4vpMROxwIeyvtRFTyWFLb2tRfxqKpSEI

11 agosto 2016

¿Dónde está la Iglesia?



La palabra griega traducida como "iglesia" (ekklesia), aparece más de 100 veces en las Escrituras, y muestra un trasfondo bastante interesante: En la antigua Grecia, la Ekklesia era la gente convocada y reunida en asamblea, compuesta por todos los ciudadanos de la metrópoli que no habían perdido sus derechos cívicos, y sus poderes eran para todos los fines y efectos. Esta iglesia nombraba y destituía magistrados, dirigía la política de la ciudad y distribuía los fondos públicos, entre otras atribuciones importantes. Más adelante, el mundo romano no tradujo la palabra ekklesia, sino que la transliteró, resultando en el latín ecclesia, y la usó de la misma forma que los griegos.
En el Israel dominado por el Imperio Romano, encontramos que el Señor Jesús invirtió la mayor parte de su tiempo en proclamar “el evangelio del reino”, y no habló mucho de la “ekklesia”. Sin embargo, sus pocas referencias al respecto no significan que le restó poder a la misma, pues su sola afirmación de que “… las Puertas del Hades (los poderes de la muerte) no prevalecerán contra ella” (Mateo 16:18 – NBLH), dejó claro que no estaba describiendo a un grupo de ovejitas temerosas e indefensas, sino a una entidad de gobierno divino, como se vería posteriormente, luego de su muerte y resurrección (2 Timoteo 1:7; 2 Corintios 10:4-5).
Veamos algunos pasajes de las Escrituras, que nos dan luz al respecto de la iglesia:
·         “… En aquel día se desató una gran persecución en contra de la iglesia en Jerusalén…” (Hechos 8:1 – NBLH). ¿Nos podemos imaginar una persecución desatada contra un local o un edificio? Por supuesto que no.

·         “… reuniéndose con la iglesia y enseñando a gran cantidad de gente…” (Hechos 11:26 – PDT). Cuando nos reunimos con nuestros hermanos en una casa para estudiar la Palabra, ¿Nos estamos reuniendo con la iglesia? (Romanos 16:3-5) Claro que sí; de eso, no hay duda.

·         “… El hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su esposa, y los dos se convierten en uno solo. Eso es un gran misterio, pero ilustra la manera en que Cristo y la iglesia son uno” (Efesios 5:31-32, NTV). ¿El lugar de reunión es uno con Cristo? Estamos seguros que no.
En este punto, considero importante recalcar: LA IGLESIA NO ES EL LOCAL FÍSICO EN DONDE NOS REUNIMOS; de hecho, ni Cristo ni sus discípulos se refirieron a la iglesia como a un lugar, sino que siempre hicieron alusión a una reunión de personas, a la que se le dio el título de “iglesia”. En el Antiguo Pacto, el pueblo iba al “templo” para “buscar” a Dios. En el Nuevo Pacto no vamos a ningún “templo”, porque… “¿Acaso no saben ustedes que son templo de Dios, y que el Espíritu de Dios vive en ustedes?”              (1 Corintios 3:16 – DHH). En otras palabras, hoy nos reunimos como hermanos en un local, por ejemplo (no es el templo), y lo hacemos, porque tenemos a Dios (no tenemos que buscarlo, pues Él está en nosotros; sólo debemos orar en cualquier lugar, y listo). Asimismo, en Cristo no nos reunimos para hacer culto, pues es nuestra vida la principal ofrenda que al Señor le agrada (Romanos 12:1). Con respecto al culto que se hacía en el Antiguo Pacto, la Palabra de Dios afirma: “Todo esto es ahora un ejemplo para nosotros que demuestra que las ofrendas y los sacrificios no eran capaces de purificar la conciencia de los que adoraban de esa manera. Esas ofrendas y sacrificios tenían que ver sólo con asuntos de comida, bebidas y ceremonias de purificación. Eran sólo reglas que servían únicamente hasta que Dios estableciera un nuevo orden” (Hebreos 9:9-10, PDT).
La mayoría de las congregaciones cristianas en la actualidad, manifiestan haber dejado atrás los ritos y ceremonias del Antiguo Pacto, pero lo que han hecho es sustituir lo anterior por ritos “cristianizados” para hacer culto, y esto no es lo que el Espíritu muestra en el Nuevo Pacto, el cual es integralmente espiritual (Romanos 14:17).
Decir cosas como “Voy a la iglesia”, demuestra que no se han revelado plenamente estas verdades del evangelio, y que se está hablando apegado a lo dictado por el sistema religioso, en donde se siguen conduciendo bajo esta mentalidad caduca de “ir al templo” a “hacer culto” a Dios, manipulando así a los más débiles, diciéndoles cosas como: “Te perdiste la bendición” (aunque ya fuimos bendecidos –  Efesios 1:3), entre otras cosas.  
Aunque esto pueda parecer irrelevante para algunos, tiene mucha importancia, pues recordemos que lo que hablamos, refleja lo que creemos (2 Corintios 4:13), y esto condiciona inevitablemente nuestro comportamiento. Si tenemos una mentalidad como si estuviéramos en el Antiguo Pacto, eso es lo que hablaremos (“voy al templo”, “voy al culto”), y por lo tanto, es lo que viviremos (buscando lo que ya tenemos, por ejemplo), lo cual no está conforme a la verdad presente en el Nuevo Pacto (Colosenses 2:10).
     Entonces, ¿Debemos congregarnos, es decir, reunirnos como iglesia? Por supuesto que sí (Hebreos 10:25); sin embargo, si estamos claros de quiénes somos (1 Pedro 2:9), dónde estamos en Cristo, y para qué nos reunimos, no seremos susceptibles a la manipulación religiosa.
La iglesia del Señor fue comprada con la sangre de Cristo (Hechos 20:28), y básicamente está conformada por la totalidad de las personas que hemos reconocido a Jesucristo como el Señor de nuestras vidas, y hemos nacido de nuevo. Siendo esto así, podemos declarar con seguridad dónde se encuentra la iglesia:”… Dios es tan rico en misericordia y nos amó tanto que, a pesar de que estábamos muertos por causa de nuestros pecados, nos dio vida cuando levantó a Cristo de los muertos. (¡Es sólo por la gracia de Dios que ustedes han sido salvados!) Pues nos levantó de los muertos junto con Cristo y nos sentó con él en los lugares celestiales…” (Efesios 2:4-6, NTV).
Hasta aquí podemos decir lo siguiente: Somos la iglesia del Señor, y estamos sentados en lugares celestiales… Vale preguntar: ¿Para qué nos reunimos? Se pueden decir muchas cosas, pero las 2 razones principales que la Palabra nos muestra son:
1. Para dar testimonios de fe y amor                     (Hechos 14:27; 3 Juan 1:5-6).
2. Para edificarnos mutuamente (1 Corintios 14:18-19).
Esto debe estar claro: Sí necesitamos reunirnos como iglesia, pero eso no quiere decir que si (por razones justificadas) no podemos congregarnos durante un período de tiempo determinado, Dios se aparta de nosotros. ¿Acaso hay algo que pueda separarnos del amor de Cristo? (Romanos 8:35-39). ¿Cómo hacían los esclavos que confesaban a Cristo durante el primer siglo? ¿Violaban la ley para ir a todas las reuniones?                 (1 Corintios 7:20-21; 1 Timoteo 6:1; 1 Pedro 2:18-20). Es de suponerse que muy probablemente no asistían tan regularmente a las reuniones de iglesia. ¿Estaban mal por eso? Cuando el apóstol Pablo estuvo encarcelado en muchas ocasiones, obviamente no podía reunirse con la iglesia                     (2 Timoteo 4:9-18), y estamos seguros de que Dios no lo abandonó, sino por el contrario, el propio ministro declaró: “He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he mantenido la fe” (2 Timoteo 4:7 – Traducción Kadosh).
     Aunque esto pueda ser malinterpretado, debo decir que Hebreos 10:25 hace referencia a no dejar de congregarse; en otras palabras, a no abandonar el excelente hábito de reunirse con la iglesia. El pasaje no está indicando la periodicidad con la que se debe asistir a la reunión, sino la mala costumbre que tienen algunos de abandonar.
¿Qué hacer entonces? “… Dejen que el Espíritu les renueve los pensamientos y las actitudes”                 (Efesios 4:23 – NTV). Cada creyente conoce sus situaciones, y deberá dejar que el Espíritu de Dios le muestre lo que ha de hacer con respecto a la agenda de actividades, la cual está supeditada a la voluntad del Señor, y no a las presiones religiosas de ciertos líderes que pretenden abusar de su autoridad. Por eso, me despido con esta oración apostólica:
Pido a Dios, el glorioso Padre de nuestro Señor Jesucristo, que les dé sabiduría espiritual y percepción, para que crezcan en el conocimiento de Dios. Pido que les inunde de luz el corazón, para que puedan entender la esperanza segura que él ha dado a los que llamó —es decir, su pueblo santo—, quienes son su rica y gloriosa herencia. También pido en oración que entiendan la increíble grandeza del poder de Dios para nosotros, los que creemos en él. Es el mismo gran poder que levantó a Cristo de los muertos y lo sentó en el lugar de honor, a la derecha de Dios, en los lugares celestiales. Dios ha puesto a Cristo por encima de cualquier autoridad, poder, gobierno o dominio, tanto de este mundo como del que está por venir. Sometió todas las cosas bajo los pies de Cristo, y a Cristo mismo lo dio a la iglesia como cabeza de todo. Pues la iglesia es el cuerpo de Cristo, de quien ella recibe su plenitud, ya que Cristo es quien lleva todas las cosas a su plenitud (Efesios 1:17-23).