Las leyes de Dios son justas, hacen feliz a la gente. Los mandamientos del Señor son buenos, le muestran a la gente el camino correcto a seguir. El temor del Señor es puro, permanece para siempre en la tierra. Las decisiones del Señor son siempre justas; todas ellas son correctas. Sus enseñanzas valen más que el oro puro; son más dulces que la miel recién salida del panal.
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