Jesús regresó a Galilea en
el poder del Espíritu, y se extendió su fama por toda aquella región. Enseñaba
con frecuencia en las sinagogas y todos lo elogiaban. Y fue a Nazaret, donde
había sido criado, y en el día sábado entró en la sinagoga, y conforme a su
costumbre se levantó a leer. Le dieron el libro (el rollo) del profeta Isaías,
y abriendo el libro, halló el lugar donde estaba escrito: El Espíritu del SEÑOR está sobre mí, porque me ha ungido para llevar la
Buena Noticia a los pobres. Me ha
enviado a proclamar que los cautivos serán liberados, que los ciegos verán,
que los oprimidos serán puestos en libertad, y que ha llegado el tiempo del
favor del SEÑOR. Jesús cerró el libro, lo devolvió al encargado y se sentó.
Todos los que estaban en la sinagoga se quedaron mirándolo. Entonces Jesús les
dijo: -Lo que acabo de leerles se ha
cumplido hoy (Lucas 4:14-21).
Está bastante claro que una de las particularidades que trajo
consigo la venida de Jesús como hombre, fue la de proclamar la liberación de
los cautivos. ¿Qué cautivos? Veamos lo que nos muestran las Escrituras:
“Jesús les dijo a los judíos
que habían creído en él: –Si ustedes se mantienen fieles a mi palabra, serán de
veras mis discípulos; conocerán la verdad, y la verdad los hará libres. Ellos
le contestaron: –Nosotros somos descendientes de Abraham, y nunca hemos sido
esclavos de nadie; ¿cómo dices tú que seremos libres? Jesús les dijo: –Les
aseguro que todos los que pecan son esclavos del pecado. Un esclavo no
pertenece para siempre a la familia; pero un hijo sí pertenece para siempre a
la familia. Así que, si el Hijo los hace libres, ustedes serán verdaderamente
libres” (Juan 8:31-36, Dios Habla Hoy).
Ahora bien, Jesús se refirió a una libertad futura, porque aún
no había sido crucificado, y no había resucitado. ¿Qué pasó cuando Jesús murió
en la cruz, y resucitó de entre los muertos? La Palabra de Dios nos lo dice sin
ambages:
“Sabemos que nuestro antiguo ser pecaminoso fue crucificado
con Cristo para que el pecado perdiera su poder en nuestra vida. Ya no somos esclavos del pecado. Pues,
cuando morimos con Cristo, fuimos
liberados del poder del pecado” (Romanos
6:6-7 NTV).
Asimismo, en otro pasaje que se refiere al sacrificio del Señor,
se señala:
“… con una sola ofrenda
[Cristo] hizo perfectos para siempre a
los santificados. Así que, hermanos, teniendo confianza para entrar en el lugar
santísimo por la sangre de Jesús, acerquémonos con corazón
sincero, en plena certidumbre de fe, teniendo los corazones rociados, y así libres de mala conciencia…” (Hebreos
10:14, 19, 22 – Biblia Textual).
La mentalidad religiosa y legalista presente en algunas
congregaciones, ha tenido la osadía de obviar pasajes de las Escrituras como
los que se mencionaron, llegando al punto de afirmar que una persona a la que
se le ha revelado el evangelio, y que ha reconocido a Jesucristo como el Señor
de su vida, aceptando su total redención, necesite liberación espiritual. Eso
está en desacuerdo con lo expresado por el Señor a través de Su Palabra, pues
es imposible que una persona que ha sido sellada con el Espíritu Santo (Efesios 1:13; Romanos 8:9), y que
ciertamente ha sido liberada totalmente del pecado, pueda estar “endemoniada”. Si tenemos a Cristo, no podemos tener
ningún demonio, aunque es real que los ataques que se pueden recibir, están
en la mente (2 Corintios 10:4-5), y son fácilmente detenidos por nuestra fe
(Efesios 6:16).
La persona a quien se le revela Cristo, es liberada
espiritualmente del pecado, pero allí comienza un proceso mental de renovación,
pues se encuentra con un dilema: Tiene una nueva naturaleza (2 Corintios 5:17),
pero todavía tiene una mente acostumbrada a conducirse conforme a su antigua
naturaleza. Por eso, es que necesitamos “nosotros” renovar nuestra forma de
pensar (Romanos 12:2; Efesios 4:23), y eso se lleva a cabo a través de la
comunión espiritual en nuestra intimidad con el Señor, así como cuando nos
reunimos como iglesia para entrenarnos en la Palabra de Dios.
Una persona nacida de nuevo que experimente “ataques”, que no le
permitan dormir, por ejemplo, o que vea cosas “extrañas”, lo que demuestra es
que necesita renovar su mente en una conciencia limpia, y no que necesita
liberación, pues esa liberación se llevó a cabo cuando reconoció el sacrificio
de Cristo por amor a nosotros. En casos similares, el creyente debe aferrarse a
la Palabra de Dios, y con la autoridad que ya tiene como hijo de Dios, echar
fuera todo pensamiento que no provenga del Señor, EN FE:
“En fin,
hermanos, piensen en todo lo que es verdadero, noble, correcto, puro, hermoso y
admirable. También piensen en lo que tiene alguna virtud, en lo que es digno de
reconocimiento. Mantengan su mente ocupada en eso”.
Filipenses 4:8 – PDT
2 comentarios:
Claro y entendido.....
Excelente! Es un privilegio servir en el Cuerpo de Cristo, y que el Espíritu Santo nos lleve a nuevos niveles de entendimiento... Gracias por tu comentario, Contabilidad Unefa. Esta es nuestra mejor temporada!!!
Publicar un comentario